Burroughs ya soñó con el scratch en los 50





Lo soñara, lo inventara, lo creara, lo experimentara, o cualquier otra cosa que le hiciera rasgar un disco de vinilo, es lo de menos. Lo esencial es que registró el primer scratch de la historia. William Burroughs, sí, el escritor, que en una especie de ironía futurística donde se traza un puente imaginario entre la cultura norteamericana de los 50 y la del Hip Hop de décadas más tarde, se encasilla entre las letras como miembro indiscutible de la Generación Beat. Deliciosa y absurda casualidad que sólo ahora tiene sentido.

La mente inquieta y multifaceta del escritor le llevó a tomar parte de la misma locura de otros, como Luigi Russolo en la primera década del siglo XX o Raymond Scott en los años 30, de experimentar con los sonidos, dejarse llevar e innovar; en definitiva, crear.

De la manera que fuera, aquel que pusiera voz a Poe o se drogara con Kurt Cobain, registró de forma consciente (al final va a resultar que el scratch no surgió por casualidad) entre los años 50 y 60 el primer scratch. Con la presencia de Ian Sommerville, en el corte número trece del disco 'Break through in grey room' editado en 1986 (y con versiones en el 88, 94, 2001 y 2008; publicadas por Sub Rosa) llamado 'Sound Piece'.


Las partículas elementales, de Houellebecq


«El humor no nos salva; no sirve prácticamente para nada. Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos puede mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acaba con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fin de cuentas ya sólo quedan la soledad, el frío y el silencio».

La 'B' en común de Bradbury y Borges


Hace menos de dos semanas me encontraba preparando parte del texto de uno de los relatos de Crónicas marcianas, cuando por ironía del destino –o lo que fuera–, falleció Ray Bradbury, dejándome una cara de idiota que pocas veces me habrá visto nadie.

La noticia hizo que aplazara hasta hoy la entrada que estaba desarrollando, y miren qué hijo de mil putas el destino –o lo que fuera–, que rebuscando unas líneas de Borges (autor del prólogo de Crónicas marcianas en la versión en castellano), resulta que justo en este mismo día se cumplen 26 años de su muerte –o lo que fuera–.
«Me gustan los relojes de arena, los mapas, las etimologías, la tipografía del siglo XVIII, el sabor del café y la prosa de Stevenson.»
Antes de continuar, quiero hacer mención al valiosísimo trabajo de Paco Porrúa, gracias a él no sólo podemos disfrutar de las obras completas de Ray Bradbury, sino que trajo a España libros como Rayuela, o los textos de mi adorado J. G. Ballard. Tradujo y editó el trabajo de Tolkien. Precisamente con Crónicas marcianas dio comienzo su editorial Ediciones Minotauro, y él mismo fue quien engañó a Borges para escribir el prólogo:
«¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad?»




* El extracto que he escogido es del capítulo Abril de 2005. Usher II:



-Ahora que mi tarea ha terminado- dijo el señor Bigelow, intranquilo-, ¿puedo preguntarle qué va a hacer usted con todo esto?

-¿Con Usher? ¿No lo ha adivinado?

-No.

-¿El nombre de Usher no significa nada para usted?

-Nada.

-Bueno, ¿y este nombre: Edgar Allan Poe?

El señor Bigelow meneó la cabeza.

-Por supuesto- gruñó delicadamente el señor Stendahl, con desaliento y desprecio a la vez-.

¿Cómo pude pensar que conoce al bendito señor Poe? Murió hace mucho tiempo, antes que Lincoln. Quemaron todos sus libros en la Gran Hoguera. Hace ya treinta años…

-Ah –dijo juiciosamente el señor Bigelow-. ¡Uno de aquellos!

-Sí, Bigelow, uno de aquellos. Allí ardieron Poe y Lovecraft y Hawthorne y Ambrose Bierce, y todos los cuentos de miedo, de fantasía y de horror, y con ellos los cuentos del futuro. Implacablemente. Se dictó una ley. Oh, no era casi nada al principio. Mil novecientos cincuenta y mil novecientos sesenta. Primero censuraron las revistas de historietas, las novelas policiales, y por supuesto, las películas, siempre en nombre de algo distinto: las pasiones políticas, los prejuicios religiosos, los intereses profesionales. Siempre había una minoría que tenía miedo de algo, y una gran mayoría que tenía miedo de la oscuridad, miedo del futuro, miedo del presente, miedo de ellos mismos y de las sombras de ellos mismos.


Visualiza el extracto completo de 'Abril de 2005. Usher II' en PDF.



Podcast: Carne cruda - Tributo a Ray Bradbury (14/06/12)




Podcast: La Rosa de los Vientos - Especial Ray Bradbury (10/06/12)

Mi vida, de Chéjov



El encargado me dijo: Le tengo aquí sólo por respeto a su venerable padre, de lo contrario hace mucho tiempo que hubiera usted salido volando.

Yo le dije: Me lisonjea usted demasiado, excelencia, al suponer que yo sé volar.

Luego, oí como decía: Llévense a este señor, me ataca los nervios...

Dos siglos de Dickens


«A lo largo de las calles de París avanzaban con estruendo los toscos y trágicos carros de la muerte. Seis carretas llevaban el vino del día a la guillotina... Seis carretas rodaban a lo largo de las calles. Vuélvelas a lo que eran antes, Tiempo, tú que eres un poderoso mago, y se verán las carrozas de monarcas absolutos, los equipajes de nobles feudales, los vestidos de rutilantes jezabeles, las iglesias que no son la casa de mi padre; sino guaridas de ladrones, las chozas de millones de hambrientos campesinos.»

El corazón humano es un instrumento de muchas cuerdas; el perfecto conocedor de los hombres las sabe hacer vibrar todas, como un buen músico.


De 'Historia de dos ciudades' (1859)
¡Arriba!